Prof. Magíster Fidel Miranda Silva
Escritor - Historiador
LA FAMILIA – INSTITUCIÓN PRIMARIA DE UNA SOCIEDAD
EN DECADENCIA
En el
ámbito internacional, hace tiempo, décadas, que el comportamiento social
juvenil en las instituciones de enseñanzas, viene demostrando conductas desviadas,
inusual, con relación a las normas de convivencia natural de una sociedad,
estas reflejan la formación de los mismos, tanto varones y mujeres, que
recibieron en el seno familiar de papá y mamá, estas dos personas son los baluartes
de esa sociedad primaria, que es la familia.
Cuando
el afecto, el respeto, la obediencia a la armonía del ambiente familiar, no son
transmitidos por los progenitores desde los primeros años del niño, acompañado con
aditivos del diálogo y el amor, durante el desarrollo de su crecimiento; existe
una carencia y una falta de empatía con ellos en forma inconsciente, y hace que
busquen un satisfactorio fuera de los padres, estos en su conjunto forman la
sociedad primaria, que se reflejará en la sociedad secundaria, que por lo
expuesto lentamente se va deteriorando.
Los
factores que influyen en la degradación de la institución primaria social, que
es la familia, son varios: la emancipación temprana de los hijos de los padres,
sin tener ciertos conocimientos de formar una familia; además, ellos no aceptan
la sugerencia de los padres, quienes tienen más experiencias, para consolidar
una familia en formación, se sienten autosuficientes. El factor económico,
juega un papel fundamental en la formación de una nueva pareja.
Apenas
está en camino los primeros vástagos de los nuevos integrantes de una sociedad
secundaria, que a su vez son responsables en la formación de una sociedad
primaria, para exportar en el ámbito donde ellos se desarrollan como ser social,
donde la competencia de los festejos en los preparativos para recibir a un
nuevo miembro de esa unidad familiar; esa competencia va por muchos años más,
entre los hijos de una y otra pareja, por sobresalir en cuanto a lujos que los
padres pueden ofrecer a sus hijos.
De esa
forma crecen los hijos y llegan a la edad escolar, cuando ya la personalidad de
ese pequeño individuo está casi formada en su totalidad, probablemente ya, con
un comportamiento desviado de lo que es un niño normal, porque crecieron con la
inserción de la tecnología en el seno familiar, desde muy temprana edad, que
los padres se esforzaron para darle ese “gusto”. Van a una institución donde recibirán
las informaciones sobre disciplinas académica para una formación profesional futura
(ciencias naturales, matemática, historia, geografía, etc.)
Los
padres, una vez más compiten en enviarle “a los mejores colegios, porque allí
recibirán la mejor educación” se olvidan que ellos son los que tienen que
brindar esos valores sustanciales a sus hijos, para que una vez insertado en la
sociedad secundaria, sean ejemplos de vida. Existe una presión social muy
fuerte, que ejerce en forma directa en los padres; los bienes materiales, “el
status, la posición social; casas, autos, vacaciones”, etc. No es que estos
sean malos, sino que, ocupan el primer lugar de la mente de cada cabeza
familiar y se olvidan que deben cuidar a sus hijos, brindándole la mejor
educación, sin embargo, ellos esperan que las instituciones de enseñanzas
realicen responsabilidad de los padres.
En
consecuencia, las escuelas también serán un antro de competencias entre los
alumnos, y ese respeto que se perdió en la casa, se reflejará en el trato de
los jóvenes a sus mayores en la institución de enseñanza. Los profesores no
tienen tantas opciones de corregir esos errores de los jóvenes, ni siquiera les
pueden alzar la voz, porque serán reprendidos por los padres, quienes creen que
sus hijos son maltratados por ellos.
Lo que
los padres no se dan cuenta, y probablemente nunca se darán, que sus hijos son
unos desviados e inadaptados sociales, que rompen la regla de convivencia
sociales del respeto mutuo entre, profesor, alumnos, hijos y padres. Es decir
que, la presión social del consumismo, ocupa el tiempo completo de los progenitores,
para formar por un buen camino a sus hijos, obvio que existen raras
excepciones, estas, se notan con una gran diferencia entre uno y otro, dentro
de la institución y fuera de ella.
Los
primeros, para llamar la atención, cometen actos ilícitos, delictivos, creyendo
que el derecho les asiste, que no van a ser punidos, porque serán sancionados
los profesores. Estos, sienten esa presión y actúan con cautela ante
situaciones de esa naturaleza. No podrán revisar sus “mochillas”, porque es propiedad
privada, y que los profesores no tienen derecho, obviamente que tienen razón,
pero la sociedad no se percata, que todos estos trabajos previos a la llegada
de los jóvenes a las instituciones de enseñanzas, deben hacer los padres y no
echar la culpa a los docentes, ni directores, de la responsabilidad de ellos,
que son víctimas de la mala formación de los niños en cada hogar familiar.
No
existen psicólogos ni programas de “seguridad” en las instituciones de enseñanzas,
que pueda resolver los problemas causados en el seno familiar, porque la realidad
de cada hogar es diferente uno de otro. En otras épocas el mejor tratamiento psicológico,
era la disciplina impartida por los padres en cada seno familiar. En
consecuencia, los hijos de esa época han sido sobresalientes.
Si no se
trabaja con programas de persuasión para los padres que son los puntales de la
sociedad primaria, y que estos sean conscientes de la situación, no se podrá
revertir este flagelo social.