Prof. Fidel Miranda Silva
Mcs. Historiador - Escritor
EL NAZARENO
El
Nazareno; solo se le recuerda una vez en el año, y como si fuera haberle
recordado durante todo el año, aquella turba... sin piedad, sin siquiera saber
lo que ellos decían, al unísono gritaban... ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Son los
mismos que hoy, revestidos de corderos se encargan de juzgar a los que aparecen
en sus caminos; sin compasión, sin importarles quiénes son, pero con la misma
convicción, ni siquiera se quitaron los hábitos, inclusive desde el mismo
lugar. Hoy, se repite la historia. ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Gritaban con
algarabía tal, aquellos que predicaban como los únicos dueños de la verdad.
Ante este
hecho, hace dos milenios. El Nazareno; acongojado, deprimido, y abandonado a su
suerte; en los últimos momentos de su vida, aquel hombre que nunca supo de
cansancio, que dio todo de sí para enseñar a ésta humanidad; la fraternidad, la libertad, el amor y la
paz, decía: “Padre, en tu mano entrego mi espíritu”. Se sintió solo, triste y
hasta decepcionado de sus discípulos, y les dijo amaos los unos a los otros,
pero el hombre de hoy no entendió su mensaje, o entendió a su manera. Armaos
los unos contra los otros.
Después
de la última cena, Pedro, el discípulo inquieto y arrogante que en todo momento
sobresalía por su elocuencia, decía; “Maestro aunque sea necesario, moriré
contigo, pero no te abandonaré, y Jesús le dijo de cierto te digo que antes que
cante el gallo me negarás tres veces”. Pedro seguro de sí, queriendo demostrar
con su palabra a su maestro que estaba dispuesto a morir por él. Hoy; existen
muchos Pedro, y un Judas que siempre le acompaña. Todos los días comulgan con
él, hablan con él, oran a él, pero a diestra y siniestra gritan, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
El
Nazareno, le dijo a su Padre Celestial que está en el Cielo, “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En el momento agonizante de su vida,
en el Gólgota, a punto de expirar, entre truenos y relámpagos, entre la vida y
la muerte, aquel hombre que no tuvo precio, aquel hombre que superó las
tentaciones de su adversario, aquel hombre que sufrió escarnios, burlas y otros
vejámenes, todos tipos de improperios.
Tenía una misión, dejar el mensaje a sus seguidores, amaos los unos a
los otros. Ante de abandonar este mundo, pide perdón por sus agresores, por
aquellos asesinos que gritaban incansablemente, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Es
tiempo de sacar el hábito, y revestirnos de mansedumbres y poner en práctica su
mensaje. Amaos los unos a los otros.
fmirandasilva@gmail.com
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