miércoles, 1 de abril de 2015

EL NAZARENO


Prof. Fidel Miranda Silva
Mcs. Historiador - Escritor 

EL NAZARENO

El Nazareno; solo se le recuerda una vez en el año, y como si fuera haberle recordado durante todo el año, aquella turba... sin piedad, sin siquiera saber lo que ellos decían, al unísono gritaban... ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Son los mismos que hoy, revestidos de corderos se encargan de juzgar a los que aparecen en sus caminos; sin compasión, sin importarles quiénes son, pero con la misma convicción, ni siquiera se quitaron los hábitos, inclusive desde el mismo lugar. Hoy, se repite la historia. ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Gritaban con algarabía tal, aquellos que predicaban como los únicos dueños de la verdad.

Ante este hecho, hace dos milenios. El Nazareno; acongojado, deprimido, y abandonado a su suerte; en los últimos momentos de su vida, aquel hombre que nunca supo de cansancio, que dio todo de sí para enseñar a ésta humanidad;  la fraternidad, la libertad, el amor y la paz, decía: “Padre, en tu mano entrego mi espíritu”. Se sintió solo, triste y hasta decepcionado de sus discípulos, y les dijo amaos los unos a los otros, pero el hombre de hoy no entendió su mensaje, o entendió a su manera. Armaos los unos contra los otros.

Después de la última cena, Pedro, el discípulo inquieto y arrogante que en todo momento sobresalía por su elocuencia, decía; “Maestro aunque sea necesario, moriré contigo, pero no te abandonaré, y Jesús le dijo de cierto te digo que antes que cante el gallo me negarás tres veces”. Pedro seguro de sí, queriendo demostrar con su palabra a su maestro que estaba dispuesto a morir por él. Hoy; existen muchos Pedro, y un Judas que siempre le acompaña. Todos los días comulgan con él, hablan con él, oran a él, pero a diestra y siniestra gritan, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

El Nazareno, le dijo a su Padre Celestial que está en el Cielo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En el momento agonizante de su vida, en el Gólgota, a punto de expirar, entre truenos y relámpagos, entre la vida y la muerte, aquel hombre que no tuvo precio, aquel hombre que superó las tentaciones de su adversario, aquel hombre que sufrió escarnios, burlas y otros vejámenes, todos tipos de improperios.  Tenía una misión, dejar el mensaje a sus seguidores, amaos los unos a los otros. Ante de abandonar este mundo, pide perdón por sus agresores, por aquellos asesinos que gritaban incansablemente, ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Es tiempo de sacar el hábito, y revestirnos de mansedumbres y poner en práctica su mensaje. Amaos los unos a los otros.

fmirandasilva@gmail.com 

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